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¿Qué hay detrás del caso Alivio Capital y los psicópatas de cuello blanco?


Eloy Garza

La criminología divide dos tipos de psicopatía: la de los sujetos que quitan vidas y causan daños y torturas físicas sin expresar emoción alguna y la denominada “de cuello blanco”, que daña bienes y patrimonios ajenos mediante conductas defraudadoras.

Por su grado de violencia letal, sangrientamente, suele ser más comentado el psicópata criminal. Incluso se le convierte en exitosas películas y series de televisión.

Sin embargo, un psicópata de cuello blanco; es decir, un defraudador, puede ser tan letal como el primero. El problema es que la gente señala con repugnancia al quitador de vidas, o a quien tortura, mientras que al defraudador se le justifica acusando también a las víctimas que por ignorantes o candorosas cayeron en sus entramados criminales.

Por eso, la opinión pública suele justificar a los psicópatas “de cuello blanco”.

Si se acusa a Alivio Capital por presunta administración fraudulenta para desviar fondos a 13 empresas fantasmas, el peso de la culpa recae en los clientes defraudados que perdieron todos sus ahorros por “avariciosos” o porque les ganó la ambición.

Cuando presenté el caso de Grupo Peak en el pódcast de Eloy Garza Sin Censura, el 90% de los comentarios se ensañaron contra las víctimas de esos fraudes, no contra los defraudadores.

Si Alivio Capital, sociedad financiera de objeto múltiple (sofom) ofrecía tasas de interés de hasta 50% anual, la culpa no es del defraudador, sino de los clientes perjudicados.

Pero esto es sólo un lado de la verdad. Y si nada más nos quedamos con ese lado, no alcanzaremos a entender los instintos del psicópata “de cuello blanco”, solapado detrás de este tipo de delitos.

Por ende, no conoceremos los motivos del apetito predador por el dinero y el estatus social en el caso de los dueños de Alivio Capital y Grupo Peak.

Y lo más importante: no captaremos que a la mayoría de los psicópatas estilo Bernard Madoff ni siquiera los mueven motivaciones económicas, sino el simple placer o goce morboso de provocar un daño extremo a los perjudicados.

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